MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA

Significación, vigencia y proyección del 24 de Marzo
Ruben Adalberto Pron
A 46 años del golpe que derrocó al gobierno constitucional de la presidenta María Estela Martínez de Perón y dio inicio a la última dictadura cívico-militar que padeció la Argentina cabe reflexionar sobre el daño causado, los avances y retrocesos en el trayecto hacia el esclarecimiento total de sus consecuencias y el castigo a quienes cometieron atroces actos de lesa humanidad, los que enviaron a nuestros soldados a una guerra que debilitó la capacidad diplomática del país para avanzar frente al Reino Unido en la disputa de soberanía por Malvinas y los que infectaron el cuerpo social y corroyeron el sentido de unidad nacional que tanto cuesta, todavía hoy, restaurar.
En distintos escenarios, El Trébol dio su cuota de sangre a la resistencia contra lo enunciado y lo inconfesable de los propósitos de aquellos asaltantes del poder. A cuatro de sus víctimas, las que no pudieron eludir el secuestro, la prisión clandestina, la tortura, la desaparición y la muerte, se las recuerda en el Lugar de Memoria del Parque Municipal 15 de Enero. Pero no fueron las únicas.
Aquellos que como Alicia Burdisso, Carlos Bosso, María Isabel Salinas y Luis Alberto Tealdi fueron parte de la generación diezmada se contaban entre los más lúcidos entre los miles de perseguidos y asesinados por los mentores y ejecutores de la dictadura que imponía el terrorismo de Estado para encubrir –con el miedo colectivo– la entrega de la soberanía, la apropiación de la economía, la ruina de las empresas nacionales, la destrucción de la cultura del trabajo mediante el impulso del capitalismo financiero, el robo de bebés muchos de los cuales todavía están siendo buscados.
Casi medio siglo después las heridas no terminan de cerrar: los juicios por los delitos de lesa humanidad no avanzan con la celeridad que se necesita y muchos asesinos mueren en la impunidad. Gran parte de los condenados transitan sus últimos años excarcelados y en la tranquilidad de sus domicilios. También mueren los testigos que podrían aportar algo a la búsqueda de la verdad. Se recuperaron los restos de algunas decenas de los asesinados en las sórdidas mazmorras de la dictadura, pero no sabemos dónde están otros miles de desaparecidos.
Mientras tanto, apenas sobreviven en el dolor, la angustia y la indiferencia algunos de los que lograron sortear el destino fatal que les habían asignado los dueños de la vida y de la muerte en aquellos años de la opresión.
Alicia, Carlitos y Mary y Luis Alberto tienen una placa que los recuerda en el Lugar de Memoria. Pero muchos otros de nuestros vecinos caminan por nuestras calles sin acabada conciencia de que ellos también fueron víctimas de aquella dictadura, algunos porque prefieren olvidar cómo perdieron sus empresas, sus trabajos y sus sueños, otros porque han conseguido rehacerse aquí o en otros sitios a los que los condujo la vida y algunos más porque nunca supieron que estaban en la mira de un régimen que no sólo buscaba acabar con “subversivos” –como los llamaban– sino con todos los que osaran oponerse a sus designios.
El 24 de Marzo no es un feriado nacional más. Tampoco un simple día de duelo por los que ya no están y menos que menos un día para disfrutar del hecho de estar dispensados de las obligaciones cotidianas. Es una fecha para reflexionar y para ser llenada de contenido. Un día en que hay que evitar los discursos de rutina que –lamentablemente– se suelen repetir en los distintos aniversarios marcados en rojo en el calendario.
Es una fecha que debe convocar a la introspección y el compromiso. Una fecha para preguntarnos: ¿En qué país queremos vivir? ¿Cómo honrar a los que cayeron en la resistencia contra la rapiña y el abuso? ¿Cómo defender la democracia recuperada que ellos también contribuyeron a lograr con su lucha y con su entrega?
Ésas son las preguntas que deberíamos hacernos cuando nos despertemos este 24 de Marzo y concurramos al Lugar de Memoria con nuestras banderas argentinas e institucionales, con nuestros gobernantes, nuestros estudiantes y todos aquellos que todavía creen que hay un destino colectivo que nos convoca sin distinción de actividad o color político y al cual no podemos darle la espalda ni retacearle nuestro esfuerzo.
El ”Nunca Más” del alegato final que determinó la condena a los comandantes de la dictadura debe hacerse extensivo a todas las consecuencias que aún hoy persisten entre los males que nos dejó aquella trágica experiencia.
Por respeto a ellos, los que ya no están, los que seguimos buscando y por los que pedimos memoria, verdad y justicia.